¿Malas hierbas o dones de la naturaleza?
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Cada vez que escucho esta expresión «malas hierbas», se me enciende una luz roja. Muchas de estas consideradas malas hierbas aparecen en los libros de plantas medicinales, como es el caso de la ortiga, el diente de león o la malva; o se han usado desde la antigüedad como alimentos, como es el caso de esas mismas plantas, o de la que acabo de cosechar y que me ha suscitado esta reflexión: la verdolaga.
qué paradoja ¿no?
Si lo analizáramos metafóricamente, daría mucho que pensar sobre nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.
Con esta entrada no sólo quisiera reivindicar toda esa riqueza natural descartada porque es gratis, sino reflexionar sobre el lenguaje que utilizamos para referirnos a los dones de la naturaleza, como en este caso de las plantas silvestres, así, en bloque, o como cuando llamamos «mal tiempo» al tiempo nublado o lluvioso.
Porque sí, con un diseño inteligente y conociendo muy bien cómo funciona la naturaleza es posible no sólo la coexistencia pacífica, sino lograr imitar su patrón, equilibrio y exuberancia. La biodiversidad es la clave de la productividad y la salud del ecosistema, y haber eliminado los setos entre parcelas, y toda vegetación silvestre de los márgenes de los huertos es una de las principales causas de deterioro medioambiental, pérdida de suelo y dependencia de insumos externos.
Por eso, pienso que trabajar la tierra sintonizando realmente con ella es uno de los trabajos más sofisticados que hay, o lo fué hasta que la producción de alimentos cayó bajo el control de la industria, regulada desde lejanos despachos y controlada por un sistema de distribución que la ahoga.
Cabe también preguntarse por qué un agricultor o un ganadero están considerados socialmente como inferiores a un ingeniero, por ejemplo, siendo que trabaja con el sistema más increíblemente sofisticado y complejo que existe, y además dependemos de ellos.