Ya hay bastante consenso entre padres y docentes sobre los problemas del sistema educativo. Pero a mí casi me preocupa más lo que sucede al salir de la escuela.
Hace muchos años que se sabe que el desarrollo sano del niño va ligado, entre otras cosas, al movimiento libre (¡psico-motricidad!) y el juego. No está en la naturaleza de las cosas que un niño crezca saludablemente y desarrolle sus potencialidades si no se mueve y se entrega a la exhuberancia y la plenitud del juego físico. Sin embargo, niños cada vez más pequeños van cambiando la vida en el mundo real, el juego físico en las 3 dimensiones y los 360º del espacio con personas reales y en el medio real, por la relación con una máquina en dos dimensiones, una parcela minúscula del espacio y utilizando, de todo su cuerpo, un par de dedos. Eso en un momento clave en el que su desarrollo y aprendizaje se produce, precisamente, a través de la vivencia corporal, la experiencia sensorial, la relación social. Les hemos dado gato por liebre y a eso le llamamos «progreso».
Luego tenemos niños ansiosos, nerviosos, hiperactivos (¡¡pero si no se mueven lo suficiente!!), incapaces de concentrarse, con dificultades de aprendizaje … lo extraño sería que con semejante estilo de vida los niños estuvieran alegres, tranquilos, centrados, que conservaran su inocencia, su curiosidad, su capacidad para maravillarse ante el mundo y sus ganas de aprender. Muchos están sobresaturados, sobreestimulados, irritables, desconectados de su cuerpo, hambrientos de experiencias reales. Y es un error pensar que «eso» les prepara para la vida, al contrario: ya hay mucha evidencia de que saltarse etapas tiene un precio … que pagan ellos mismos. En cambio, el juego libre y la actividad física y manual potencian la inteligencia y creatividad de los niños. Y eso es, precisamente, lo que les pide el cuerpo. Si les dejamos escucharlo…
Pero casi lo que más preocupa es qué pasará cuando estas generaciones de niños des-conectados de sí mismos y del mundo real tengan que hacerse cargo de lo que se van a encontrar. Porque no va a ser fácil. Lamentablemente van a encontrarse en un mundo en una profunda crisis ecológica, van a necesitar una gran creatividad, sensibilidad, capacidad de percepción; un íntimo, profundo, intuitivo conocimiento, respeto, por no decir veneración por la naturaleza y sus leyes. ¿Realmente una niñez basada en el consumo de productos de entretenimiento, y no en el desarrollo de su creatividad innata, les va a preparar para ello? Probablemente no.
Finalmente es necesario entender que estamos ante una poderosa y lucrativa industria cuyos clientes son los niños. Si los padres no ejercemos de filtro, no va a ser la industria quien lo haga. Casualmente, los propios fabricantes ¡¡si lo hacen con sus propios hijos!! Da que pensar.