Actualización 2024: El aprendizaje implícito ha sido incluido y tratado más a fondo en el libro La niñez como estado de conciencia: las raíces afectivas y lúdicas de la inteligencia
Si pudiéramos resumir en una frase la creencia en la que se basa la atención al parto convencional, podría ser esta: para que los bebés nazcan hay que «hacer un montón de cosas». Por eso en el parto medicalizado el parto se estimula, no sin antes inhibir el proceso fisiológico natural con protocolos disuasorios que entorpecen todo. Así, en muchos casos, inhibición y estimulación resultan ser las dos caras de la misma moneda, y esa moneda es la desconexión y la falta de confianza en la inteligencia de la naturaleza.
Esta falta de confianza en la sabiduría de los procesos espontáneos y el convencimiento de que hay que hacer cosas para que sucedan cosas que con tiempo y un entorno apropiado sucederían solas coloca una enorme responsabilidad ¡y cansancio! sobre nuestros hombros. Así, si buscas en internet la palabra «estimular» seguida de «aprendizaje» encontrarás un número infinito de entradas.
Efectivamente, para aprender la regla de 3, o a escribir, alguien te tiene que enseñar, pero antes de llegar a ese punto, hay mucho recorrido que hacer, y el papel adulto sería cuidar las condiciones para que ese recorrido pueda producirse, más que intervenir o estimular directamente.
Especialmente en los primeros años (y en cierta medida toda la vida). los bebés y niños pequeños aprenden haciendo, y el aprendizaje, más que el fruto de una «enseñanza» impartida externamente, es en gran medida el resultado de un proceso interno, de la observación, la exploración, la imitación, la experimentación, y algo muy importante, la maduración neurológica (¡todo tiene su ritmo!). Solo hay que ver cómo los bebés aprenden algo tan sofisticado como andar, ellos solos, por sí mismos. Son aprendizajes dirigidos internamente: no es necesario enseñar a un niño pequeño a hablar, ni a andar, ni muchas otras habilidades que nos distinguen como humanos. Tampoco necesitamos enseñarles ninguna de las tareas domésticas, por ejemplo, es suficiente con darle la posibilidad de imitarnos y practicar (de pequeños, a los 12 años ya es tarde 🙂 Y eso es extensible a muchos aspectos: es difícil enseñar respeto a las criaturas si no son tratadas de la misma manera.
Así, en los primeros años, casi todos los aprendizajes están implícitos en la actividad, y para las niñas y niños ese aprendizaje no es el objetivo, sino el resultado de un proceso, un proceso que además implica un tremendísimo disfrute. Hacen, y como resultado, aprenden. El problema del mundo adulto es que a menudo queremos soslayar ese proceso natural, sabio y autodirigido y vamos directamente al objetivo, establecido externamente. No sólo nos impide disfrutar de la crianza y nos coloca en la posición de tener que «enseñarles» todo: es que en la naturaleza las cosas no funcionan de esa manera.
Por ello, si no enseñamos a andar a las criaturas, una de las adquisiciones más complejas de la evolución y que nos distingue de otras especies, ¿qué pasaría? pues nada, aprenden a andar igualmente, por iniciativa propia, atravesando con parsimonia cada una de las fases de desarrollo, y de una forma más sólida, satisfactoria y segura que tratando de acelerar el proceso. Y lo hacen a través de una experiencia integral que involucra todo su cuerpo y su psique. Y así son los aprendizajes en los primeros años: a través de la experiencia, involucrando al cuerpo; «in-corporando» ese aprendizaje a través de la repetición, que les permite realizar las conexiones y después los circuitos neuronales necesarios para dominar esa adquisición.
Pongamos un ejemplo práctico. Hace años que los expertos advierten un retraso en la adquisición del habla en los niños pequeños que pasan horas cada día frente a la pantalla, es decir, horas en las que se relacionan con una máquina y no con personas, es decir, horas en la que les falta el estímulo natural de la vida misma. ¿significa eso que habría que «estimularles» para que hablen? ¿»enseñarles» con el objetivo de que aprendan? ¿que tal simplemente eliminar las interferencias electrónicas, relacionarnos más con ellos y hablarles en el día a día?
Os dejo este vídeo delicioso que muestra cuanto aprendizaje es inevitable … si lo permitimos. ;-).