La etapa 0 a 3 años es la más decisiva de la vida del ser humano en todos los sentidos; es el tiempo en el que se sientan las bases de la salud mental para toda la vida. También es la etapa en la que se establece el patrón interno de relación con los otros y el mundo. Todo lo que ocurre en estos años tiene una enorme trascendencia a nivel de salud física, emocional, mental y social de las personas. Es por tanto, un asunto privado pero también público.
En el mundo occidental, sin embargo, con frecuencia se tiende a considerar la primera infancia una etapa de transición hacia otras etapas más “importantes”, un tiempo más o menos ajetreado y en todo caso molesto y cansado. Las políticas públicas a menudo reducen la cuestión a “donde” o “con quien dejar” al niño o niña, para que los padres puedan volver a trabajar fuera del hogar lo antes posible.
El mundo adulto, en general, es poco consciente de la especial sensibilidad, naturaleza, vulnerabilidad psíquica y necesidades de los bebés, niñas y niños, y sobre todo la trascendencia individual y social de satisfacerlas o no. Eso se traduce en una cultura y unas políticas y servicios de cuidado y atención a la infancia que ignoran en gran medida la sutileza y necesidades de la psique infantil, afectando a las enormes potencialidades e inteligencias con las que nacen las criaturas y afectando a su salud mental.
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