Adaptado del libro La niñez como estado de conciencia
Te propongo ver dos vídeos seguidos (acceso directo más abajo) y una pregunta. Son cortos.
Y lo hago con esta noticia sobre la situación de la salud mental infantil —–> a modo de contexto que muestra que no, los niños no están nada bien; no estamos entendiendo qué necesitan de nosotros.
Primero va la pregunta:
¿tiene sentido forzar a niños de 6, 5, 4 y a veces 3 años a aprender lectoescritura, contar y afrontar otros contenidos de tipo abstracto, cuando aún están en la etapa simbólica?
Para estar en condiciones de aprender a leer y escribir con fluidez -y disfrutando del proceso, único modo de aprender- antes deben de suceder muchas cosas, en un cierto orden y con un cierto ritmo.
El desarrollo de las inteligencias sigue un orden
Durante los primeros siete años madura especialmente el hemisferio derecho, es decir, la inteligencia emocional y social, la inteligencia corporal, la inteligencia simbólico-metafórica. Es sobre estos cimientos que posteriormente madura el hemisferio izquierdo -responsable de la capacidad de entender y trabajar con signos abstractos-. cosa que sucede antes en las niñas que en los niños.
A esa edad -los siete años- el cuerpo calloso, -que une los dos hemisferios- ya está suficientemente desarrollado como para abordar otras tareas, siempre que las criaturas hayan jugado físicamente en el mundo real y se hayan movido lo suficiente y hayan tenido las experiencias que como cachorros de la especie más inteligente les corresponde tener. Por tanto, la etapa simbólica no es apropiada para abordar tareas académicas; en estos años, el aprendizaje es fundamentalmente implícito. ligado a la experiencia en entornos apropiados.
Los seres humanos estamos preparados para la lectoescritura cuando las estructuras neurológicas y el sistema sensorial han madurado lo suficiente. Cuando hablamos del sistema sensorial hay que incluir los sentidos propioceptivo y vestibular, ligados al movimiento, el juego y la experiencia en el mundo real. Como dice Antonio Damasio, el edificio de la razón se construye sobre el cuerpo. Y esa maduración sucede de modo natural a través del juego, la interacción con personas, la experiencia sensorial, la inmersión en la naturaleza, la expresión gráfica, el desarrollo de la imaginación a través de los cuentos…. en fin, lo que siempre ha sido el territorio de la infancia.
Hay países que sí tienen en cuenta esta evolución, y por eso en los países del norte de Europa los niños no aprenden a leer, escribir y contar hasta los 7 años, dedicando la etapa de jardín de infancia a jugar, parte del tiempo al aire libre, y hacer trabajos manuales y artísticos.
Con mirada te invito a ver estos dos vídeos, a ser posible seguidos.
El vídeo 1 es un experimento con adolescentes que demuestra, en apenas 4 minutos, cómo abordar una tarea imposible de resolver mina la confianza de los estudiantes en su propia capacidad, incluso para realizar posteriormente tareas fáciles. Aunque en el vídeo se explica que se trata de una reacción de indefensión aprendida, en realidad podríamos también podría llamarse incompetencia inducida.
El vídeo 2 es de un niño de 4 años que llama a la policía porque su madre le había dicho que si tenía problemas llamara a la policía, y sí, tener que hacer tareas de matemáticas a los 4 años es una emergencia.
Relacionando los dos vídeos podemos preguntarnos en qué estado están llegando las criaturas a primaria, después de haber soportado tanta presión desde tan pequeños, y después de haber jugado tan poco y haberse movido menos.
Cabe preguntarse también qué estamos haciendo con nuestras criaturas, si es lógico y lícito sacarles prematuramente y a puntapiés de esta etapa maravillosa, fundamental y efímera que es la etapa simbólica, que tienen el derecho de vivir a fondo, y que es el cimiento de las siguientes desarrollos. Todo para meterles cuanto antes en el engranaje de un sistema educativo lineal y mecanicista, que considera el cerebro una caja por llenar y por tanto cuanto antes empecemos más cosas van a caber.
El problema es que la naturaleza no funciona así, y sólo hay que observar el progresivo deterioro del bienestar y la salud mental infantil, así como del rendimiento escolar, para constatar que no estamos entendiendo nada.
Vídeo 1
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Vídeo 2