Con frecuencia leo consejos para estimular a los niños: estimular su creatividad, estimular su curiosidad, estimular el aprendizaje…
A veces pienso que los adultos observamos poco. Con la falta de tiempo, observamos menos. Los niños nacen ya estimulados. Ya son curiosos, activos, creativos, entusiastas, emprendedores, originales, inasequibles al desaliento, inmunes al fracaso.
Quizá sería más útil preguntarnos qué podríamos hacer para no inhibir esas cualidades. Porque lo estamos haciendo.
Estamos haciendo lo mismo que con el parto: a menudo inhibimos el despliegue natural de las capacidades innatas y después tratamos de estimular desde fuera, con resultados siempre mediocres. En el caso del parto con hormonas artificiales e intervenciones grotescas, como la de la imagen.
En el caso de los niños, intentando hacer que desarrollen con nuestra intervención lo que sucedería espontáneamente, y con más placer y motivación genuina, si les dejáramos tranquilos y aseguraramos entornos apropiados para ellos.
Son ámbitos diferentes, pero el mismo paradigma.
No voy a hablar del sistema educativo, que claramente no entiende a los niños, pero sí del tiempo que pasan fuera de la escuela, que, sumado, es mayor.
En la sociedad actual es muy fácil inhibir la genialidad de los niños. Solo hay que entregárselos a la industria del entretenimiento. Y se está haciendo. Masivamente.
Los animales nos ofrecen algunas claves:
* Cuanto más inteligente es una especie, más larga e intensa es la etapa de dependencia de la madre.
* Cuanto más inteligente es una especie, más tiempo juegan las crías y más complejo es el juego.
Los niños juegan cada vez menos, y no todo se debe a las clases extraescolares y los deberes; las pantallas ocupan cada vez más horas del escaso tiempo que les queda. A menudo los parques permanecen horas y horas vacíos.
- No es realista sustituir horas y horas de juego creativo por el consumo de juegos prefabricados y luego pretender que sean creativos, resolutivos y emprendedores.
- No es coherente interponer pantallas y programas de ordenador entre ellos y otros niños y esperar que sean socialmente competentes.
- Podemos inhibir el desarrollo de su imaginacion con el consumo de imágenes prefabricadas, pero luego no podemos esperar que sean imaginativos.
- No es razonable sobrecargarles de estímulos fuertes e inadecuados que no pueden digerir y esperar que conserven su curiosidad y su capacidad de atención.
- No tiene sentido calificar a los niños y adolescentes de consumistas, cuando se ha sustituido gran parte de su juego creativo por el consumo de productos de entretenimiento.
- No cabe esperar que los niños sean capaces de entender íntimamente cómo funciona el mundo, si les hemos arrojado al mundo virtual antes de haber tenido la suficiente experiencia en el mundo real.
Les programamos clases de psicomotricidad, y luego les inmovilizamos frente a la pantalla. Después presentan problemas de aprendizaje, problemas de atención, problemas de hiperactividad (¡¡pero si no se mueven lo suficiente!!), problemas de «impulsividad» … ¿hemos olvidado qué es un/a niño/a?
El juego libre es el trabajo de la infancia, dijo Fred Rogers. Nunca en la historia de la humanidad los niños han jugado tan poco.
En fin, que habría que replantearse algo.
Isabel Fernandez del Castillo