Unos médicos australianos han descubierto que postergar sesenta segundos (ya estamos ¿por qué solo 60 segundos??) el pinzamiento del cordón puede salvar la vida de muchos bebés prematuros. Vaya por Dios ¿por qué no lo habían pensado antes? Mejor dicho ¿por qué no habían -simplemente- observado antes? Y más: ¿por qué no se habían leído antes toda la evidencia científica?
Las televisiones se han hecho eco de este gran «descubrimiento», pero han omitido un detalle fundamental: esto ya se sabía desde hace muchos años. No han «descubierto» ningún «procedimiento para salvar vidas», sino que el procedimiento de rutina habitual es una mala práctica médica que hace mucho daño a los bebés, y cortar el cordón a los 60 segundos es una práctica menos mala, pero sigue siendo una intervención arbitraria. A ver, que es de cajón: ¿Puede haber una transfusión sanguínea más rápida y efectiva que la sangre fetal circulando por un cordón umbilical intacto? ¿Algo más vital para un bebé que nace prematuro o con dificultades? Ah, que en cuanto nace el bebé «es del neonatólogo». Pues ya vamos mal.
A pesar de lo que nos hagan creer, la obstetricia (y en ciertos aspectos la neonatología) es una especialidad médica muy anclada en usos, costumbres y rituales ancestrales (ancestrales dentro de la historia de la obstetricia), que a su vez hunden sus raíces en prejuicios de género muy arraigados y que están resultando muy difícil cambiar. Ya lo decía Einstein: «es más fácil desintegrar un átomo que un preconcepto»
La ciencia «avanza» a toda prisa cuando se trata de descubrir y aplicar nuevas tecnologías sofisticadas, pero es muy lenta a la hora de y reconocer que se han equivocado y desmontar prácticas dañinas. El Dr. George Morley lleva advirtiendo de esto desde los años 80. El y muchos otros. Erasmus Darwin, médico, fisiólogo y abuelo de Charles Darwin, ya advertía en 1801:
Otra cosa muy perjudicial para bebé es pinzar y cortar el cordón del ombligo demasiado pronto, que se debe dejar siempre sin tocar hasta que el niño no solamente haya respirado varias veces sino hasta que su latido haya cesado por completo. De otra forma, el bebé es mucho más débil de lo que debería ser, puesto que en la placenta se queda una cantidad de sangre restante que debía haber entrado en su cuerpo.
ERASMUS DARWIN, Zoonimia (1801)
Reproduzco un extracto de mi libro «La nueva revolución del nacimiento»
El obstetra George Morley, [1] ha consagrado buena parte de su vida a investigar el impacto del pinzado prematuro del cordón y a alertar acerca de lo que considera un error con lamentables consecuencias para los bebés. Según el doctor Morley, la obstetricia convencional todavía no comprende cuáles son las funciones del cordón y de la placenta, y los médicos continúan aprendiendo y creyendo que el pinzamiento tardío del cordón puede proporcionar al bebé demasiada sangre. Afirma el doctor Morley:
Mientras tanto, las unidades de cuidados intensivos neonatales (UCIN) están llenas de recién nacidos débiles, que han sufrido un pinzamiento prematuro del cordón, que muestran grandes insuficiencias de sangre, palidez, hipovolemia (volumen bajo de sangre), anemia (poca cantidad de glóbulos rojos), hipotensión (tensión arterial baja), hipotermia (baja temperatura), oliguria (poca producción de orina), acidosis metabólica, hipoxia (bajo suministro de oxígeno) y dificultades respiratorias (choque pul-monar), hasta el punto de que algunos necesitan transfusiones de sangre y muchos más reciben expansores de esta.[2]
El doctor Morley asegura que el riesgo de que el bebé reciba un exceso de sangre es un mito desmentido por numerosos estudios y un error que la naturaleza no podría cometer sin conducir inmediatamente a la extinción de la especie.
Después del nacimiento, los pulmones necesitan un tiempo para vaciarse de líquido e iniciar su función respiratoria. Hasta ese momento poco irrigados, los pulmones se llenan de sangre, atrayéndola desde otras zonas del cuerpo, incluido el cerebro. Si la fuente de sangre (el cordón) permanece activa, el bebé equilibra los niveles de sangre en todo su organismo. Si no es así, el cerebro sufrirá las consecuencias de la falta de sangre. Cuando el bebé está rosado y la respiración instaurada, los vasos del cordón se colapsan y cierran por sí mismos. Entre el nacimiento y ese momento, la transfusión de sangre de la placenta al bebé asegura un suministro suficiente de sangre oxigenada que, entre otras cosas, protege su cerebro.
Si se pinza el cordón inmediatamente después del nacimiento, también se corta el suministro de sangre oxigenada y el hecho de empezar a respirar se convierte en una cuestión de vida o muerte. El bebé desvía sangre de otros órganos para llenar los vasos del pulmón. Si el parto ha sido bueno y el bebé está en buenas condiciones, esto puede no tener mayores consecuencias, aparte de comenzar la vida sumido en una angustiante sensación de asfixia sin necesidad. Pero si ha nacido prematuro, con bajo peso, o ha tenido sufrimiento fetal durante el parto, y encima se le priva de parte de su sangre, la cosa cambia. En estos casos, la práctica es es conducirlo inmediatamente a la mesa de «reanimación», prescindiendo del mejor y más inmediato tratamiento posible para ello, que es continuar en brazos de su madre con su fuente de sangre oxigenada intacta.
«La práctica obstétrica estándar actual es pinzar el cordón inmediatamente para obtener un pH del cordón, lo que maximiza la asfixia y la hipovolemia (insuficiente volumen de sangre) y favorece una EHI (encefalopatía hipóxica isquémica, causa de parálisis cerebral). La sangre placentaria capaz de salvar la vida y proteger su cerebro se desecha, mientras zonas del cerebro del bebé mueren por falta de oxígeno», lamenta el doctor Morley.[3]
En condiciones normales, si para el bebé es negativo el pinzado inmediato del cordón, para la madre tampoco es inocuo. Si el cordón se pinza antes de que deje de latir, la placenta queda más cargada de sangre, de forma que su desprendimiento y expulsión tienen más riesgos.
Texto extraído de «La nueva revolución del nacimiento». Isabel F. del Castillo
Lo que pasa con este tema en concreto, que es un ejemplo de muchos otros, es que cualquier revisión de prácticas que aumente el protagonismo de las madres parece doler mucho. Por eso estos científicos «revolucionarios» continúan pinzando el cordón umbilical a los 60 segundos, porque claro, dejarlo hasta que deje de latir sería disminuir aún más su protagonismo, y admitir que es la naturaleza y no ellos quienes han «salvado» a ese bebé parece ser demasiado admitir.
Por cierto, la OMS clasifica el «Pinzamiento temprano del cordón umbilical» como un «acto en los que no existe una clara evidencia para fomentarlos y que deberian ser usados con cautela hasta que diversos estudios clarifiquen el asunto».
Como decía el gran Marsden Wagner: «los médicos deberían ser más humildes con su ‘ciencia’ «.
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Referencias:
[2] How the cord clamp injures your baby’s brain. George Morley
[3] Neonatal encephalopathy, Hypoxic Ischemic Encephalopathy, and Subsequent Cerebral Palsy: Etiology, Pathology and Prevention.