Se está poniendo de moda -y los hospitales que lo hacen se ocupan de publicarlo a los cuatro vientos- favorecer el contacto piel con piel con el padre tras la cesárea y dejar a la madre sola en reanimación. Qué pena que cuando se hace un avance importante (reconocer la necesidad de contacto del bebé recién nacido), los cambios se hagan en la dirección equivocada.
Quede claro que no me refiero a esos casos en los que la madre sufre complicaciones importantes y no está en condiciones de estar con su bebé recién nacido, o cuando el padre hace piel con piel con su bebé prematuro en la unidad neonatal o en cualquier otro momento que no sea el posparto inmediato . Me refiero esos hospitales que fomentan el contacto piel con piel del bebé con el padre tras el nacimiento, en lugar de con la madre, sin un motivo médico que lo justifique (una cesárea no lo justifica), a esos hospitales que han decidido «modernizar» la atención al parto en la dirección equivocada, y lo han hecho, casualmente, nuevamente, en contra de la biología, la fisiología, la psicología, las necesidades, la ciencia y los derechos de la madre y el bebé.
No, los bebés no nacen esperando encontrarse con papá (todavía no, hay mucho tiempo por delante). Los bebés nacen de mamá y esperan encontrarse en el regazo de mamá, en palabras del neonatólogo Nils Bergman, el hábitat natural del recién nacido. Lo que ocurre en esas dos horas tras el nacimiento tiene consecuencias para toda la vida. Que sí, que hay mil ocasiones posteriores para reparar (en cierta medida), pero ¿por qué hacer las cosas mal de entrada cuando se pueden hacer bien, por qué alterar el curso de lo dispuesto por la naturaleza, que siempre es lo óptimo? Ese momento es tan importante para el vínculo que cuando a una cría mamífera de cualquier especie se le separa de su madre tras el parto, al reunirlos después es normal que la madre lo abandone, porque no lo reconoce. No se reconocen porque el estado hormonal especial tras el nacimiento, que les vincula como en un flechazo, es único, transitorio, especial para la ocasión, y no se repetirá nunca más. Y tiene como objetivo crear un vínculo afectivo, amoroso y biológico potente, intenso, entre madre y bebé. Así lo ha dispuesto la naturaleza porque la supervivencia va en ello. Pero no cualquier supervivencia, sino la supervivencia en las mejores condiciones posibles, y ahi va también la inteligencia emocional y social del bebé, que se despierta en el regazo de su madre. El lugar del padre es junto a la madre, no en lugar de la madre.
Que un bebé nazca por cesárea, si no hay complicaciones que lo impidan, no es motivo para separarlo de su madre. Por favor, mira este video. El lenguaje corporal del bebé es suficientemente elocuente, pero nadie en el quirófano parece darle la importancia que tiene, y al final le separan de su madre. El bebé llora, por supuesto, pero ¿a quien le importa?. El instinto de los recién nacidos es la expresión de la inteligencia de la naturaleza, y si todos ellos quieren estar con mamá es por motivos poderosos. La ciencia, además, lo corrobora.
Hay muchísimas razones para NO ROBAR un momento tan importante y trascendente a la madre y el bebé. Aquí unas cuantas.
- El bebé nace en un estado de alerta tranquila especial. Madre y bebé necesitan estar juntos, olerse, tocarse, mirarse. El tacto y el olfato son fundamentales en el establecimiento del vínculo afectivo. Si el parto no se ha medicalizado, ambos nacen con unas tasas de oxitocina y otras hormonas del amor elevadísimas, precisamente porque lo prioritario es que ese vínculo se produzca. Si ha sido medicalizado, razón de más para no separarles. Ese vínculo (la impronta) solo se puede suceder cuando ambos están juntos, idealmente en contacto piel con piel. Neurobiológicamente, hay un momento oportuno, preciso y efimero para hacerlo: inmediatamente tras el parto. Las dos horas que siguen al parto son un periodo crítico; empedir a madre y bebé estén juntos les priva de una experiencia fundamental que influirá en su relación.
- El cuerpo materno es el hábitat natural del recién nacido, y en contacto piel con piel con su madre el bebé regula óptimamente sus funciones vitales, como la temperatura, la respiración, el ritmo cardíaco. Por eso afirma el Dr. Nils Bergman: «los bebés prematuros no están en la incubadora porque estén inestables, los bebés prematuros están inestables porque están en las incubadoras.»
- El bebé necesita oler a su madre, el único olor que re-conoce, encontrar el pezón y empezar a mamar. Nace con el instinto de iniciar la lactancia por sí misma/o, lo que sólo puede suceder si se encuentra en el regazo materno. Cuando eso ocurre, las posibilidades de éxito en la lactancia se multiplican. De hecho, la recomendación de estar juntos tras el parto es uno de los puntos más importantes de los 10 pasos para una lactancia feliz de la IHAN. Es triste ver a un bebé en plenos movimientos de reflejo de búsqueda que no encuentra el pecho de su madre porque no está.
- El bebé nace con unas tasas elevadísimas (que nunca en la vida vuelve a alcanzar) de hormonas del estrés, que le preparan para el inicio de la vida fuera del útero, pero que deben equilibrarse después de nacer. El contacto con su madre es el hábitat ideal que le ayudará a reducir esas hormonas a niveles normales y hacerle recuperar la sensación de seguridad y la calma. No encontrar a su madre tras el nacimiento (recordemos, el bebé nace del cuerpo de su madre y nace programado para encontrarse con ella) genera un estado de alarma en el bebé.
- Después del nacimiento, la madre alcanza los niveles más altos de oxitocina de su vida, y eso es así porque su cuerpo la prepara hormonalmente para un encuentro único. Estar juntos es una necesidad biológica, fisiológica, instintiva, psicológica. Tal es así que la separación tras el parto aumenta el riesgo de depresión posparto. En los partos manipulados con oxitocina sintética las cosas no suceden así, pero la necesidad de contacto es la misma. Muchas mujeres recuerdan con horror las horas que pasaron solas en reanimación, a veces sin saber siquiera si su bebé estaba vivo.
- El contacto piel con piel estimula la secreción de oxitocina en la madre. Eso le ayuda a vincularse con el recién nacido, a contraer el útero y reducir el riesgo de hemorragia posparto y a establecer le lactancia. El riesgo de hemorragia posparto aumenta cuando se separa al bebé de su madre.
- Separar a madre y bebé tras el parto sin necesidad va en contra de las recomendaciones de las sociedades científicas y de la Guia de Práctica clínica del Ministerio de Sanidad, que dice textualmente:
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Evidentemente, si la madre necesita cuidados médicos, la mejor opción es el padre. Si esa no es la situación, introducir protocolos que por sistema escatiman a madre y bebé la vivencia del contacto inmediato tras el parto es un error enorme.
Termino con estas palabras de la psiquiatra perinatal Ibone Olza:
«En las primeras horas y semanas de vida se producen acontecimientos extraordinarios desde el punto de vista de la química cerebral que nunca más se repetirán. El amor en los primeros momentos de la vida no se parece a una película romántica sino más bien a una droga dura. Es tal la intensidad que a veces asusta. Las sensaciones de placer, unión, entrega y transcendencia se mezclan entre los efectos que llevan a la construcción del apego. La neurobiología del apego ha demostrado como en condiciones idóneas las hormonas del amor (como la oxitocina) invaden el cerebro de la madre y de su bebé y dirigen la orquesta durante los primeros años de la vida. A más hormonas de amor, más receptores en el cerebro del bebé, más conexiones neuronales, más crecimiento en las áreas de la empatía y la sociabilidad, más inteligencia y también mayor tendencia a la bondad.
Lo que la ciencia del apego nos enseña es fácil de resumir: hay que cuidar a las madres para que puedan vincularse eficazmente con sus bebés. Cuidar a las madres significa respetarlas, escucharlas, sostenerlas. Pero ese respeto a las madres que debería ser el punto de partida todavía brilla por su ausencia en muchas facetas de nuestra sociedad, incluida la ciencia. A lo largo de décadas las madres y sus experiencias han sido desautorizadas, ninguneadas o incluso culpabilizadas desde la psiquiatría, la psicología, el psicoanálisis o la medicina. En vez de ser tomadas en cuenta como verdaderas expertas y conocedoras de sus hijos han sido excluidas, privadas en ocasiones incluso del contacto con sus hijos o bebés, tachadas de inmaduras o inconscientes e incluso maltratadas.»