Conozco padres que cuando van a recoger a sus hijos al cole lo hacen preocupados por el tipo de «gomet» (etiqueta) con que van a salir sus hijos según se hayan portado. Le llaman «educación emocional», que no dudo que trabajar las emociones sea interesante. Sin embargo, la forma en que se está haciendo me resulta muy inquietante y me suscita muchas dudas
La primera de ellas es que que me parece muy aventurado dar por sentado que TODOS los adultos, por el hecho de serlo, estamos en condiciones de enseñar a los niños cómo gestionar sus emociones, dado que el mundo adulto, así en general, no se distingue precisamente por regular inteligentemente las suyas. Basta echar una mirada al mundo para ver que no. Hay que ser emocionalmente muy competente, tener muchísimo criterio y ser muy muy respetuoso/a para entrar en el mundo emocional de otro, y no digamos si son niños.
Por otra parte, resulta paradójico que pretendamos hacer educación emocional en las escuelas, mientras por otro lado se reprime la expresión emocional de los niños, que de modo espontáneo se da, por ejemplo, a través del juego libre y a través de la expresión gráfica. El mundo-ficha que mantiene secuestrada la expresión creativa de los niños no facilita precisamente su expresión emocional a través de la expresión plástica.
Eso me lleva a plantearme la siguiente pregunta:
¿Cual es el objetivo? ¿Que los niños sean conscientes de sus emociones, o que dejen de darnos la vara con sus conductas incómodas? Es un hecho que la escuela hoy en día no entiende ni satisface las necesidades auténticas de los niños. «No es señal de buena salud estar bien adaptado a una sociedad enferma«, dijo Krishnamurti. Muchas conductas infantiles que consideramos «patológicas» son, en muchísimas ocasiones, reacciones perfectamente saludables a situaciones o circunstancias anormales, o simplemente inadecuadas para su edad y si no lo tenemos en cuenta podemos convertir esas técnicas en un instrumento más de manipulación de la psique infantil, que le desconecte aún más de sí mismo. Si a los 4 años moverse mucho es «portarse mal» tenemos un problema.
Otra pregunta: ¿tiene algún sentido «educar» emocionalmente a los niños si antes no se han satisfecho sus necesidades emocionales? Porque ahí está la cuestión. La capacidad para gestionar las propias emociones de una forma saludable es una consecuencia natural de la salud emocional. Y la salud y la inteligencia emocional y social es algo que se desarrolla de forma natural desde el primer minuto de vida si el bebé/niño encuentra las condiciones apropiadas: una madre/padre o cuidador/a que le ame, le mire, le cuide y se relacione con el/ella de forma positiva, un entorno familiar saludable y nutritivo afectivamente, mucha atención, buen trato… Sinceramente, muchos bebés y niños de hoy tienen un problema grande de soledad, por resumir el problema. ¿Puede comportarse de un modo «conveniente» un niño que se siente mal?
Las condiciones en las que transcurre la niñez de nuestros niños ha cambiado radicalmente en las últimas décadas, empezando por el impacto que tiene en madres y bebés el parto industrializado, el hecho de que una grandísima proporción de niños son escolarizados a edades tempranísimas y durante larguísimas horas (algo nuevo en la historia de la humanidad y contrario a las necesidades de los niños), el daño al vínculos entre padres e hijos que ejercen las técnicas conductistas basadas en ignorar el llanto y las demandas del bebé, la siniestra interferencia de las pantallas, la presión escolar desmesurada y temprana, la sobrecarga de deberes, el escaso tiempo libre para el juego y el encuentro espontáneo, la falta de espacios adecuados, la falta de contacto en la naturaleza, la falta de tribu … sin hablar de la violencia intrafamiliar, la pobreza y otras cuestiones que están ahí.
Sinceramente, muchos niños tienen motivos para estar sobrepasados, solos, estresados, emocionalmente afectados y francamente enfadados, aunque ellos no sepan por qué. ¿Se les puede enseñar a gestionar sus emociones mientras persisten las causas de su malestar (o incluso daño) emocional? -me pregunto-.
Pienso que la inteligencia emocional y social florecen de forma espontánea cuando los bebés y niños pequeños encuentran aquello que necesitan: amor, abrazo, mirada, reconocimiento, escucha, tiempo libre, juego, tribu, risas, naturaleza, … eso es lo básico. Utilizar técnicas para trabajar sobre el síntoma sin tener en cuenta la causa o para conseguir que los niños satisfagan nuestras expectativas (sensatas … o no) aún en contra de su naturaleza, de su momento evolutivo y de sus propias necesidades pueden convertir la «educación emocional» en una simple manipulación con efectos más que dudosos.
Y última pregunta: ¿no sería más útil que el mundo adulto se hiciera consciente y se trabajara sus emociones antes de intentar educar las emociones ajenas?
Expuestas todas mis dudas, sí creo que es importante tener más en cuenta el tema emocional en la escuela, siempre que sea con una mirada global, centrada en la niña o el niño y no solo en su comportamiento/síntoma, siempre teniendo en cuenta el contexto (escolar, familiar, social…), con muchísimo respeto y con la autoeducación emocional del adulto como requisito previo indispensable y un profundo conocimiento de la psicología infantil. No se puede transmitir lo que no se tiene integrado, ni resolver lo que una/a no tiene resuelto, ni esperar que otros hagan lo que uno no hace.
Simplemente el hecho de tener un tiempo y un espacio semanal donde las/os niñas/os puedan hablar libremente de todo lo que ocurre en clase o en el patio, desde muy pequeños, ya permitiría poder abordar/ prevenir/ resolver muchos conflictos en la escuela que terminan por rematar emocionalmente a muchos niños a menudo de por vida. Los casos graves de bullying o acoso escolar se manifiestan en secundaria, pero comienzan mucho tiempo antes, en primaria, o incluso en educación infantil. En esa etapa las niñas y niños todavía cuentan sin reparos a quien les escucha qué les pasa sin temor a las represalias en el patio. Pero ese espacio/ tiempo semanal, en la mayoría de los centros, sigue sin existir.
Por favor, no banalicemos una cuestión tan importante, reduciendo la complejidad y riqueza del mundo emocional a un montón de fichas. Es una falta de respeto muy grande hacia los niños.
Isabel Fernandez del Castillo